1914

Aquella carta no era para mí pero su destinatario jamás la abriría. No esperaba ver aquella letra infantil, nunca imaginé a Richard como un hombre de familia, tal vez porque nunca presumía de ello. Ahora lo entendía, aquella niña hablaba con ternura sobre el día de Navidad, sobre estar todos juntos en familia, escuchar un cuento de su padre mientras nevaba en la calle. Richard había separado esa parte de sí mismo para soportar estar en la trinchera. En la última frase de la carta, la niña le pedía que por favor, no se olvidara de la Navidad. Rompí a llorar, no por la carta, sino porque detrás de mí, en la trinchera alemana, alguien había colgado farolillos navideños.
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Rubén Fernández Uceda
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