El eco del alma
Las gotas de agua resbalaban por el interior de la ventana por la condensación.
Me asomé por el cristal y tan solo y en un principio me vi a mi mismo.
No me reconocí en la imagen; habían pasado muchos años desde que me apee de aquel vehículo llamado ceguera.
Mis pensamientos se evaporaron en segundos cuando escuché a mi compañero decirme: – Vamonos, es la hora.
Cogí mi pequeño equipaje y mi material fotográfico y decidí salir del caos ponzonoso e incomprensible, dirección a otra parte que se me hacía irremediablemente material y fuera de sentido.
Abrí los ojos.
Un cartel publicitario me avisaba que era Navidad.
Felicidad se desprendió de su cascarón cuando la obscuridad, la sinrazón, el interés desmedido, el dinero envenenado prevaleció, prevaleció, prevalecio…
Se oyó chocar estas sílabas entre paredes derruidas y llenas de oquedades febriles de egoísmo.
Feliz Navidad -dije- pero nadie me contestó.
Mada
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