Galletas para los Reyes Magos

Esa tarde la cola iba especialmente lenta. Alrededor todo desprendía un olor a Navidad que se te metía hasta en el tuétano, casi tanto como el frío. Se respiraba el aire de fiesta y a ellos les tocaba esperar.

Esa tarde la cola iba especialmente lenta. Alrededor todo desprendía un olor a Navidad que se te metía hasta en el tuétano, casi tanto como el frío. Se respiraba el aire de fiesta y a ellos les tocaba esperar.
– Papá. Yo todavía no sé qué voy a pedir los Reyes Magos, pero me gustaría una de esas muñequitas que mueven los ojos. Son tan bonitas…

El padre admiraba sonriendo la ilusión de su pequeña que le daba la mano enfundada en sus guantes de colores y envuelta en su bufanda a juego.

– Aún no has escrito la carta, cariño.

Llegó su turno y aquel señor le indicó:

– Lo siento. Se han acabado las galletas, pero las bolsas están más llenas. La recolecta fue muy buena. Tengan felices fiestas.
– Papá. No estés triste. A los Reyes no les importará no comer galletas con la leche este año.

María Dolores Abenza

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