Andrés López Bernal (Molina de Segura –Murcia-) es doctor en medicina por las universidades de Murcia y Oxford. Actualmente reside en Bristol, de cuya Universidad es catedrático emérito. Tras varias publicaciones de carácter científico, la Editorial Tirano Banderas lanza su primera obra literaria, “Cuentos para mis nietos”.
–Vamos al grano. Andrés cuéntales a los lectores que es lo que van a encontrar cuando se sumerjan en “Cuentos para mis nietos”.
Dos cuentos: el primero fruto de mi imaginación cuando me inventaba relatos para mis hijos pequeños. El segundo está basado en anécdotas que me contaba mi padre sobre un caballo muy inteligente que tenía mi abuelo. Son literatura infantil pura porque estimulan la inquietud y el ansia de conocer de los niños y resaltan su confianza y espontaneidad con los animales. También reflejan en los adultos el mundo de nuestra infancia, en nuestro caso tan ligada a la huerta y al campo de la región. El libro combina recuerdos locales y valores universales: lealtad, amistad, generosidad y el anhelo de volver a lo que conocemos.
-A lo largo de la historia, han sido bastantes los doctores en Medicina que han compaginado su activad científica con su pasión por la literatura. Sir Arthur Conan Doyle, Chejov o Pío Baroja son algunos de ellos. A que atribuyes esta tendencia.
La Medicina te acerca a la naturaleza humana y no te deja olvidar la fragilidad de nuestra vida. Pío Baroja dejó pronto la medicina para ser un gran escritor; me encanta la presencia del mar y las referencias geográficas en su obra, como yo he hecho modestamente en “El niño Pablito”. Santiago Ramón y Cajal tuvo una larga vida como científico de altísimo nivel, pero consiguió escribir obras literarias sencillas que retratan la vanidad humana y los placeres y desgracias de hacerse viejo (como le pasa un poco a Marcelo, uno de los personajes en el cuento de “Lucero”). La Medicina integra arte y ciencia: por eso muchos médicos y cirujanos han sido grandes humanistas y se han dedicado a la literatura, la música y la pintura; formas artísticas de representar la condición humana. Todo lo que yo había publicado hasta ahora había sido de carácter científico, donde hay que ser conciso, preciso y estrictamente ligado a tus datos; no hay espacio para la especulación. La literatura te da muchísima más libertad para expresarte y creo que por eso ha atraído a tantos científicos y médicos.
-En “Cuentos para mis nietos” no sólo eres el autor de los textos, sino también de las ilustraciones. ¿Desde cuándo tu afición al dibujo y a contar historias?
De niño gustaba mucho dibujar, sobre todo caballos, no sé por qué. Admiraba a los dibujantes de los tebeos. Aún recuerdo el placer que me daba comprar lápices y empezar un bloc nuevo: el olor del papel y los primeros trazos. Curiosamente el único examen que suspendí en toda mi vida fue uno de dibujo. Una gran injusticia que relataré algún día. Ahora hay muchas facilidades para los aficionados al dibujo y a la pintura. El dibujo te ayuda a ver el mundo por los ojos de los niños, y como técnica es una gran disciplina. También pinto cuadros al óleo que regalo a mi familia y amigos.
Siempre nos han gustado las vacaciones en el campo o en el mar, con paseos y caminatas donde tenía que entretener a mis hijos pequeños y a sus amigos, inventándome historias y aventuras. Por las noches antes de acostarlos les contaba algún cuento hablando y actuando a la vez: el regocijo cuando anticipaban lo que iba a suceder o cuando copiaban mis torpes actuaciones era impagable. Y siempre me pedían más.